“EL CLUB DE LOS 27 ” UN CUENTO FUNEBRERO DE JOSE GALOPPO, DERECHOS RESERVADOS.

FELICITACIONES JOSE GALOPPO

Era una noche invernal en Villa Maipú, en la cual las calles se volvían cada vez más oscuras y las únicas luces que había eran las de los interiores de las casas.

En la casa de Jaime Labiano, había un televisor prendido en el comedor. Ya había terminado de cenar y esperaba la llegada de uno de sus sobrinos. En eso, el noticiero daba la información de que un talentoso artista había muerto en circunstancias misteriosas, y resaltaba el hecho de que había muerto a los 27 años. El cronista relataba que: “ya entraba al club de los 27…”

Jaime se sobresaltó. En realidad, existe una leyenda por medio de la cual muchos artistas morían a los 27 años por circunstancias misteriosas, y cuyas almas formaban una relativa sociedad del inframundo: Jimi Hendrix, Janis Joplin, Rodrigo Bueno, Kurt Cobain, Jim Morrison, y tantos ilustres y famosos.

Pero Jaime no se sobresaltó por ello, sino que recordaba a un amigo y compañero de tribuna en la cancha de Chacarita que también había llegado al Club de los 27…

Uno de los tantos amigos de tribuna que tuvo Jaime se llamaba Basilio Rueda. Era de su misma edad, pero no era de Villa Maipú. Sino de Ciudad Jardín de Libertador, o también conocido como Barrio Libertador, o popularmente, Liberta.

Había crecido en ese barrio, el más poblado del partido de San Martín, con muchas carencias, tanto económicas como afectivas.

Se había criado con su madre y sus hermanos. En la escuela (donde conoció a Jaime) no era muy brillante y la terminó a duras penas a la noche. Si para Jaime su mundo era Villa Maipú, para Basilio su mundo era aquel inmenso barrio situado en la avenida Márquez y el río Reconquista, con un fondo de tapiz verde y calles con nombres de flores, calles en muchos casos de tierra y poceadas, con poca iluminación y donde se encontraban gentes venidas de los más diversos lugares del país y el mundo, donde se entremezclaban el mate cocido con el chipá, los pastelitos con los productos que los negocios sacaban a la vereda de la avenida Libertador, como en una gran feria.

Como Jaime, era fanático de Chacarita y estaba todos los domingos en la tribuna. Pero a diferencia de Jaime, sí estaba en la pesada de la banda. Le gustaban además los excesos de todo tipo: era mujeriego, alcohólico y violento. Debido a su carácter, no duraba en ningñun oficio: había sido albañil, diariero, repartidor de pan, delivery (aunque en esa época dicha palabra no existía). En fin, era lo que Dolina diría hoy un hombre insolvente.

Jaime lo conoció de cuando ambos estudiaban en el Tomás Guido de San Martín. A los dos les costó un poco terminar de dar las últimas materias para recibirse de bachilleres. Pero Basilio debió terminarla en el Wilde (a la noche) para salir a trabajar.

Ambos se encontraban en la cancha aquel partido de Chacarita – Gimnasia de La Plata en San Martín. Al terminar aquel partido, ellos junto a otros barristas se fueron a los aledaños de la estación. Cuando los triperos llegaron, se desató la trifulca: volaron piedras, se rompieron vidrios de los vagones, se repartieron palos… A diferencia de Jaime, Basilio era de natural violento, y más impenetrable aún.

Se decía en su barrio que anduvo con varias mujeres, y que habría tenido varios hijos. Y que tuvo varias entradas y salidas en las comiasrías por vagancia, ebriedad, vandalismo, resistencia a la autoridad, etc. Pero en el fondo era de gran corazón, varias veces lo sacó de quilombos a Jaime y a otro pibe de la banda que era de Chilavert y le decían “Arguesito”, por su parecido con el arquero tricolor de entonces.

Aquella noche en la que Jaime lloró, se había encontrado con Basilio en la vereda del bar del club sobre Gutiérrez. Basilio no estaba en buen estado que digamos y como en aquella época se llevaban a los ebrios al calabozo, Jaime lo quiso llevar a su casa. Pero el pibe de Liberta le dijo que no, que podía irse caminando… aunque no pidía hacer ni el 4.

Los años pasaron. Jaime y Basilio se hicieron más cercanos en los años más difíciles del Funebrero, entre 1980 – 1983. En aquellos tiempos, Chacarita llenaba todos las canchas y potreros del conurbano de la Primera C, adonde había terminado por culpa de malos dirigentes, malos técnicos y malos jugadores.

Junto a ellos estaba aquel pibe alto, rubio y de ojos claros que le decían Arguesito, y que aparentaba estar más sano que algunos compañeros. Y también se econtraban otros que serían famosos años después, a uno le decían el Monito y a otro Muchi o algo así.

Aquel partido de marzo de 1981 en Los Polvorines, Jaime y Basilio se encontraban en aquella tribuna improvisada que parecía de papel, y que se vino abajo por el peso de la gente. Si bien no sufrieron heridas ya que amortiguaron el golpe, se asustaron mucho y no pudieron comunicarse con sus familias sino hasta muy tarde, yestaban muy angustiadas porque las noticias que llegaban de la radio eran muy confusas. También estuvieron aquella tarde en Zárate, cuando cantaron la marchita en la cara a los milicos.

También estuvieron juntos en aquellas jornadas de 1983, en las cuales Chacarita luchó por el segundo ascenso a Primera.

Con la seguridad de Argueso, la fortaleza de Cánova, Ingrao y Zielinski, el fútbol de Borrelli, los goles de Yalvé y Fonseca Gomes, y sobre todo la sapiencia de Juan Manuel Guerra.

En el primer partido con Tigre, que se jugó el mismo día de la asunción de Alfonsín como presidente, estuvieron muy contrariados por el 1 – 1 que no daba muchas esperanzas, pero tres días después estuvieron en Victoria en donde, luego de 120 minutos sin sacarse ventajas, Chacarita ganó gracias a Argueso, pero al precio de terribles incidentes de la parcialidad local, que fueron respondidos por la gente funebrera.

Las semifinales con Italiano (donde jugaba un joven Héctor Rivoira) fueron en River. Allí Chacarita dio cátedra ganando los dos partidos por la mínima diferencia.

Y llegó la primera final con Los Andes, en víspera de Nochebuena y también en River, ganó 2 – 0 con dos de Fonseca Gomes.

Faltaba solo un paso, ir a Lomas de Zamora, al difícil reducto del Eduardo Gallardón. Y allí, a pocos días del Año Nuevo, Chacarita empató agónicamente. Pero lo peor estaba por llegar, los hinchas milrayitas empearon a buscar pelea por la impotencia de la derrota yse enfrentaron a piedrazo limpio con los funebreros. Jaime y Basilio estaban presentes y no arrugaron como tampoco el resto de la hinchada funebrera. El partido no terminó pero tampoco hubo festejos, desde entonces Los Andes fue conocido como “tirapiedras”.

Tras el Año Nuevo de 1984, Basilio parecía haber cambiado. Jaime se lo encontró una calurosa tarde en la peatonal Belgrano. Fueron a tomar algo, pero Basilio no tomó nada de alcohol. En cambio, fueron a Chinín a tomar helados. Allí, el pibe de Libertador le contó a Jaime que había decidido cambiar de vida. Pensaba casarse con su pareja, tener un trabajo estable, no tener más excesos. Le dijo que había retomado su trabajo de albañil. Ambos “brindaron” chocando sus cucuruchos…

El año futbolístico 1984 comenzó en el Nacional de ese año, Chacarita ya estaba en Primera. En el primer partido, Jaime fue a la cancha, pero no vio a Basilio. Preguntó al Monito y a Muchi: no sabían nada. Lo vio a Arguesito, le preguntó. El pibe le dijo, entrecortadamente, que Basilio había fallecido unos días antes. Y de una manera absurda: se cayó de un andamio, fracturándose la cabeza. Jaime quedó paralizado. Arguesito le agregó que hacía poco había cumplido los veintisiete años, y que fue obra del Destino que muriera cuando ya había dejado los excesos…

Poco tiempo después, Jaime fue al cementerio de San Martín. Y de forma inesperada encontró una humilde tumba en tierra. En la lápida estaba la foto de un joven muchacho sonriente con los colores de Chacarita. La lápida decía: “Basilio Rueda (1957 – 1984) Q.E.P.D.”

Pasaron los años, Jaime regresó a la cancha cuando el Funebrero volvió a San Martín. Y todas las tardes que juega Chacarita le rinde homenaje a su amigo muerto cuando canta emocionado, y mirando al cielo, aquello que dice: “Para los pibes que te alientan siempre desde el cielo… para los viejos que te vieron campeón en la A…”

8 comentarios en ““EL CLUB DE LOS 27 ” UN CUENTO FUNEBRERO DE JOSE GALOPPO, DERECHOS RESERVADOS.”

  1. PEPE ME SACASTE UNA LAGRIMA QUE TIEMPOS QUE HINCHADA ERAMOS PENDEX JAJA EN ESE TIEMPO, TENIA SIMPLEMENTE 19 AÑOS Y ERA AGUANTE CHACA Y ARRASAR CON LO QUE VENIA. LOS AÑOS PASAN PA TODOS Y DE BASILIO RECUERDO SIEMPRE IMBORRABLE, PARTE DE LA FAMOSA BANDA

  2. Quiero aclarar que es una obra de ficcion, nada mas que eso, inspirada en hechos reales. Cualquier parecido con personas y hechos reales es mera coincidencia

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