“CHACARITA vs. ATLAS” * Escribe: Miguel Ángel Giordano (Escritoriador y #DifusorCultural Argentino Independiente)Finalizada la reclasificación de 1967, cuando el #ClubAChacarita logró salvarse del descenso al ganarle a #Atlanta en el último partido, las autoridades del club realizaron una reestructuración total para adecuarse a las nuevas corrientes futbolísticas. A tal efecto, contratan a un director técnico que aportaría nuevas tácticas y técnicas: Argentino Geronazzo, quien comenzó de inmediato a introducir el cambio que concluyó con la conquista del campeonato metropolitano de 1969.Un riguroso entrenamiento en el Club Comunicaciones, trabajo de laboratorio, exposición de dispositivos en acción, mucho trajinar, ensayos de jugadas, rotación, búsqueda de uno a todos y todos a uno, más la severa preparación física a cargo de Jorge Socín, complementaron el sistema básico que después se vislumbraría en cada partido. Dentro de ese ambicioso plan estaba la disputa de encuentros para buscar refuerzos.Esa primera base de lo que luego sería el equipo campeón, se enfrentó con el #ClubAAtlas en un partido amistoso en la “vieja” cancha que Chacarita tiene en San Martín.Para ese encuentro Ricardo Puga (que era nuestro entrenador por ese tiempo), armó un equipo de once jugadores (los que pudo conseguir) de la primera, mechado con algunos de la reserva. Yo fui de la partida. Todos estábamos en época de receso y si nuestro estado físico no era de lo mejor durante el campeonato, imagine el lector como estaríamos casi a fin de ese año de 1967.En el vestuario, Puga entregó las camisetas y me dio la número 8 (yo era 9, centro delantero).—Ricardo, te equivocaste —le digo.—No, Giordano, vas de 8.—Puga, nunca en mi vida jugué de 8.—No importa, usted juega de 8 porque Chacarita está buscando un “insai” que corra, que meta y que vaya bien de arriba.—Pero…Y entré a la cancha con la 8, que encima me iba chica, de mangas y de largo. Los del funebrero estaban esperándonos cada uno en su puesto y nos miraban…, nos miraban… Juro que nos miraban de una forma que hasta el día de hoy me llama la atención cada vez que recuerdo ese día. Era una mezcla de soberbia, grandeza, sorpresa, lástima, todo junto.Cada uno de nosotros tomó su lugar. Cuando vi a quién tenía enfrente y que debería marcar, me preocupé. No era otro que Carlos María García Cambón, ese habilidoso 10 que luego pasaría a Boca Juniors. Me dije para mis adentros: “¿Cómo lo paro a éste?” Miré a mis compañeros y me pareció notar un aire de incertidumbre.Empezó el partido y sacó Chacarita. Recúpero toca hacia Puntorero, éste tira la diagonal hacia la izquierda y la pelota pasa por detrás de mí hacia Frassoldati que venía lanzado como una tromba desde el fondo, se la toca a Neumann, busca la pared, recibe la descarga y lanza el centro para que Marcos, que venía entrando por derecha meta el frentazo y la coloque en un ángulo. Todo esto en fracción de segundos y ante un equipo de Atlas que ni siquiera había caminado tres pasos seguidos.Pelota al medio. Saca Atlas, el nueve que no me acuerdo quién era me la toca, se la entrego a “Pistola” Abruzzesse y busco la descarga, pero Bargas me anticipa y escapa, lo corro y… foul. La hacen cortita, recibe García Cambón y me enfrenta, “me como” el amague y escapa. Un minuto después, otra vez. García Cambón que se me viene con la pelota al pie, salgo a atorarlo, mueve su cintura y quedo mirando para cualquier lado. Lo veo a Puga que está en un costado de la cancha con el saco sobre el brazo, abrazándolo, …o estrujándolo. Creo que es mi cuello que está siendo retorcido.Dos minutos más tarde Frassoldati se la tira larga a Cambón, corremos juntos, él llega a la pelota y se frena, yo me imagino que iba a hacer eso y lo barro. Foul. Sigue el partido. No había pasado un minuto cuando me encara, me amaga, lo aguanto y pateo, pelota, botín y su delgado tobillo. Foul. Sigue el partido. Luego de un par de minutos, ¡cómo olvidarme!, García Cambón que viene disparado por el lateral izquierdo y lo cruzo de tal manera, que vuela por el aire más de dos metros y cae fuera de la cancha cerca del alambrado. Foul, y el técnico de Chacarita que lo manda a las duchas para preservarlo y encima se tiene que comer las burlas y las cargadas de sus compañeros.Yo pensé que se había acabado el problema. Pero no, las cosas empeoraban. En su reemplazo entró Olmedo, ese notable jugador que luego pasó a Huracán y más tarde jugó en el extranjero (Colombia, creo). No me avergüenza decirlo, pero ese muchacho me dio el baile más grande de mi vida. Él no se andaba con vueltas, jugaba y hacía jugar a su equipo y, además, tenía un estado atlético envidiable. Terminé aplaudiéndolo. Al final, perdimos 8 a 0, y eso que nos hicieron precio por fin de temporada.Según diría Puga más tarde, los dirigentes de Chacarita comentaron sobre mi actuación, que tenía condiciones pero que corría demasiado al pedo. Por supuesto que no quedó ninguno de nosotros.FOTOS: En la primera imagen se ve al equipo de Chacarita. En la segunda, estoy yo cuando jugaba de “9” en Atlas.(FUENTE: Este capítulo pertenece al libro: “CLUB ATLÉTICO ATLAS” (El último romántico del fútbol) de Miguel Ángel Giordano ©. Declarado “DE INTERÉS CULTURAL”).“MEMORIONES”- Grupo en #Facebook- “Donde VIVEN los #Recuerdos”