Era el mediodía de un día cualquiera en la estación de Villa Ballester. Esta estación del FCGBM se destaca por tener un túnel peatonal debajo de las vías y el andén, el cual desemboca en una rotonda peatonal con una ermita de la Virgen en su centro y que de allí se sale al vértice de esta ciudad, constituido por las calles Independencia y Alvear, donde palpita la vida todos los días.
El túnel de la estación se distingue porque allí, en la voz de un juglar que todas las mañanas y tardes se sienta junto a su guitarra, se escuchan sonidos que nos transportan hacia Liverpool y nos acercan a los Beatles. La voz de ese juglar, llamado Ernesto, se convierte en un remanso en medio de la rutina cotidiana.
Jaime Labiano pasaba por la rotonda, e iba preocupado. Uno de sus sobrinos (y además ahijado), llamado Agustin, cumplía años y pensaba cuál podría ser un buen regalo. Porque si bien Jaime era, como ya saben, soltero y sin hijos, consideraba a todos sus sobrinos como sus hijos. Sobre todo Agustín, hijo de su hermano Humberto.
En esas circunstancias, llegó a un negocio de ropa ubicado a un lado de la boca del túnel y se encontró con varias camisetas deportivas. Una de ellas le llemó la atención: era de Chacarita, marca Topper, de rayas finitas y diseño ochentoso. Recordó en ese momento, que tenía en su casa una camiseta smiliar. Esa camiseta se la habia dado un jugador distinto, una promesa que sin embargo no tuvo la suerte debio tener : Enrique Ezequiel “Quique” Borrelli.
No recordó cuándo se la dio. Debió haber sido en aquel ascenso de Chacarita en el 83, tal vez en alguno de aquellos inolvidables partidos. Aquella camiseta estaba en su casa, como un preciado recuerdo de tantos.
También recordó que su sobrino cumplía años, y no sabía que regalarle. Pensó que le podría comprar en el negocio la camiseta. Tardó mucho en decidirse… tras unos minutos, la voz melodiosa de aquel juglar del túnel cantaba “Beautiful boy” de Lennon. Y acaso haya sido una asociación mental, pero ello lo empujó a tomar una decisión…
Y llegó el cumpleaños de Agustín. Tras soplar las velitas, Jaime le acercó el regalo envuelto. Le dijo que rompa el envoltorio porque traía suerte. Así lo hizo, y ante sus ojos se encontró con una camiseta de los años ´80, desteñida por el tiempo aunque lavada. Agustín le preguntó qué era y Jaime, emocionado, le dijo: “Esa camiseta es uno de mis recuerdos más preciados… y ahora te la quiero dar a vos: es la camiseta de un jugadorazo, el Quique Borrelli… ahora es tuya”. Agustín se emocionó y lo abrazó.
Pasaron los años, hoy Agustín es funebrero desde aquel día, y siempre que juega al fútbol con sus amigos, lo hace con la camiseta de Quique Borrelli.
Porque, como dice la propaganda: “El cariño y el afecto… no tienen precio y el dinero no puede comprar”.
JOSE GALOPPO
Gracias Pepe. Aqui pongo en el cuento que Jaime podia haber comprado esa camiseta similar, pero que decidió regalarle la camiseta original que tenía en su casa, en un gesto de desprendimiento.